El 2015, todos los países miembros de Naciones Unidas firmaron la agenda 2030, un compromiso internacional para hacer frente a los principales desafíos sociales, económicos y medioambientales de la globalización. Este plan busca que nadie se quede atrás, mediante los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que buscan erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todas las personas, y de esta manera, avanzar por un mundo más justo, sostenible e inclusivo. 

El compromiso con los ODS, implica también una responsabilidad con la promoción del envejecimiento saludable, al incluir a las personas adultas mayores en las políticas mundiales de desarrollo, considerando que al término del decenio del Envejecimiento Saludable (2020-2030), «la cantidad de personas de 60 años o más habrá aumentado en un 34%, de 1000 millones en 2019 a 1400 millones. Para 2050, la población mundial de personas mayores será más del doble y alcanzará los 2100 millones», según  cifras de Naciones Unidas.

En esta agenda, se incorporan los siguientes principios relacionados con una buena vejez: 

La erradicación de la pobreza (ODS1) que considera como estrategia la protección social, ante el acelerado proceso de envejecimiento poblacional, para lo cual se requerirán políticas de jubilación flexibles, pensiones de calidad, seguridad social y acceso a servicios de salud y atención crónica.

El objetivo número 2, llamado hambre cero, destaca la necesidad de una alimentación saludable en los distintos grupos de la sociedad, como lo son las personas mayores, dado que pueden ser vulnerables a una alimentación poco salubre, tomando en consideración que los programas de asistencia suelen dar prioridad a los jóvenes. 

También está comprometido el tercer ODS, que es salud y bienestar, sopesando que el envejecimiento saludable significa que las personas mayores contribuyen a la sociedad durante más tiempo, con el objetivo que gocen de buena salud en todas las etapas de la vida, para lo cual deben contar con cobertura sanitaria universal y programas sociales transformadores, en cambio de sistemas basados únicamente en las enfermedades derivadas del envejecimiento.

El objetivo número 4 también tiene implicancias para garantizar un envejecimiento saludable, dado que una educación de calidad tiene como una de sus metas aumentar el número de personas de la tercera edad que tengan las competencias necesarias para acceder y mantenerse en el mercado laboral.  

Asimismo, otros de los objetivos que afectan a la calidad de vida de los adultos mayores es la igualdad de género (ODS 5), ya que tanto el machismo como el edadismo motivan el maltrato y la violencia hacia las mujeres mayores; el objetivo número 8 que dice relación con el trabajo digno y el crecimiento económico considerando que la brecha de género no solo afecta los salarios, sino también a las pensiones; la reducción de las desigualdades (ODS 10), dado que las personas mayores no gozan del mismo acceso a los servicios y la asistencia en sus hogares y comunidades, generalmente a causa de su género, etnia o nivel de educación.

Por otra parte, el acceso a ciudades y comunidades sostenibles (ODS 11) es esencial para un envejecimiento saludable, y para ello son necesarios medios de transporte, espacios públicos y zonas verdes accesibles y seguras; y por último, paz, justicia e instituciones sólidas (ODS 16) que promuevan sociedades inclusivas, para lo cual se requieren campañas de sensibilización contra el edadismo, la promoción del envejecimiento saludable y leyes que regulen la discriminación contra las personas mayores. 

Cabe destacar, que para se cumplan estos objetivos es necesaria la acción y el compromiso de todos los actores del planeta: los gobiernos, las empresas, las organizaciones no gubernamentales (ONGs), y la sociedad civil. Y para lograr el desarrollo sostenible, se debe tener conciencia de la importancia de las políticas públicas relacionadas con la tercera edad, cuyo porcentaje de población y esperanza de vida aumentan mundialmente. 

En definitiva, la agenda 2030 reconoce la importancia de adaptar las economías para satisfacer las carencias existentes de las personas mayores, tanto en materias sociales, políticas y medioambientales. Además, se reconoce que este grupo etario es cada vez más activo, productivo y partícipe en sus comunidades, y por lo tanto, se deben eliminar los obstáculos que limiten su participación en la sociedad, especialmente en el contexto actual.